lunes, diciembre 25, 2006

Sin Título #37

Fue en aquel invierno
En ese invierno en el que no nevó
Ni hizo un frio aterrador
Ni siquiera fresquito al amanecer
O bruma al ponerse el sol

Ni una sola nube ni un solo día
le tapó la cara al sol

Aquel invierno
En el que los pajaros cantaron cada mañana
En el que cada tarde el parque se llenó de risas y gritos de niños
En el que el suelo no se hizo molesto por las hojas de los arboles

Fue en aquel invierno
Que aprendí de nuevo a volar sin motor
En el que amanecía a menudo con olor a flores
Que aprendí que el tacto es más que un sentido
Y el olfato una bendición.
En aquel invierno
Cálido como el más cálido de los veranos
Tierno como el más tierna de las primaveras
Romántico como una tarde de otoño
Perdí el miedo a que mi piel se erizara
Descubrí que no siempre es el frio el que te hace tiritar

En aquel efimero invierno
una sonrisa fue un mundo

En aquel invierno
Que no parecía invierno
Me sobraba la ropa
Pero me faltabas tú

martes, octubre 17, 2006

Una enfermedad como otra cualquiera

Este inquilino que hay en mi cabeza, padece el Síndrome de Diógenes.

Al principio, como suele ocurrir, era divertido. O como mínimo entretenido. Habiendo empezado como hobby muy sano quién iba a imaginar que se podría convertir en enfermedad. El caso es que no había más que verlo, contento. Guardando cada uno de los recuerdos que tenía. Minuciosamente catalogados por emoción, sentimiento, persona, tema, ámbito y por supuesto, cronología. Disfrutaba enormemente tratando de ponerles un baremo. O se podía pasar horas y horas debatiendo consigo mismo a que clase de sentimiento pertenecía tal o cual recuerdo. Pero con lo que sin duda disfrutaba más era paseando por esas estanterías llenas a rebosar de grandes y pequeños, buenos y malos, dulces y amargos recuerdos. Y dicho sea de paso, tenía una muy buena utilidad. Pongamos el caso que un día se sintiera melancólico. Pues no tenia más que ir al pasillo “personas”, sección “primer amor” (porque para ella tenia toda una sección), estantería “miradas” y recordar cuan tonto se ponía ante aquella situación y en cuestión de segundos una sonrisa se le dibujaba en la cara.

El problema vino cuando no supo entender que la capacidad de su archivo era tremendamente limitada para que todo siguiera con aquel orden, y creo que fue que todo ocurrió en un momento, mientras trataba de colocar en lo más alto de la estantería de los sentimientos un recuerdo de angustia. Y al pasear su mirada desde lo más bajo hacia lo más alto de mi memoria, en un gesto de abatimiento se le escapó de las manos y cayó al suelo. Ahí, en ese preciso instante empezó el caos.

Siguió, por vicio, coleccionando recuerdos, pero sin orden ni control. Un día tras otro. Un recuerdo tras otro.

Hoy, hay secciones llenas de recuerdos inservibles con no más propósito que el de coger polvo en lo alto de una estantería.

Si entras, hay que hacerlo con cuidado de no pisar los miles de recuerdos que hay tirados por los suelos. Algunos de ellos ya pisoteados. Otros, rotos en mil pedazos. La mayoría pateados en alguna ocasión.

En esa entropía es hasta contraproducente tratar de buscar algo en concreto. Las fechas están desordenadas, al igual que las personas o los sentimientos. Así que si andas buscando aquel verano que pasaste con los compañeros de instituto, lo más probable es que salgas con tu padre regañándote. En estas condiciones no solo no es divertido sino que además es dañino.

Es por eso por lo que he decidido que tal inquilino, que no paga alquiler por estar donde esta, reciba ayuda de un profesional. De su evolución os mantendré informados.

domingo, agosto 13, 2006

Sin título #36

Qué ha de hacerse de este rizo de mi pelo
Si no encuentra tu cuello para enredarse
Qué ha de hacerse de esta saeta que hay en mi pecho
Si no hay quien la arranque

Qué ha de hacerse de ambos
De ti y de mí
Yo rizo y tú saeta

Qué ha de hacerse de esta lágrima
Sin pulgar que la limpie
O de estos ojos
Sin mirada que los acompañe

Qué ha de hacerse de ambos
De ti y de mí
Yo lágrima y tu mirada

Qué ha de hacerse de esta mano
Que aun sabiendo que duerme sola
Busca tu seno entre las sábanas
O de estos pies torpes
Que anhelan el frío de los tuyos

De esta nariz sin tu olor
De estos labios sin tu saliva
De este pezón sin tus mordiscos
De esta espalda sin tus besos

Qué ha de hacerse de mí sin ti

miércoles, junio 28, 2006

R.E.S.P.E.C.T

¿Recuerdan? Hace apenas unos meses todo el planeta se escandalizaba por unas caricaturas aparecidas en diversos diarios. Fué muy sonado. Incluso recuerdo que surgió algún que otro altercado en el trabajo con compañeros musulmanes. Y es que parece increible que lo que a unos les produzca risas a otros les ofenda tanto. ¿risas? Perdón. Olvidé que es practicamente la base del humor. Si no tienes de quien reirte parece que no merece la pena ni hacer el esfuerzo de reir. En cualquier caso, si que es cierto y pude comprobar, que lo que para unos carecia de importancia para otros era vital e imperante. Y de poco sirve ponerse en la piel del otro pues hay problemas de conceptos. Creo que el comentario que más llegué a escuchar fue: "¿que pasaría si apareciera una caricatura de Jesus?" Y me cuesta imaginar como seria el enfado de un católico frente a tal situación. Es más, estoy casi diría que harto de ver parodias muy explicitas de Jesus o del Dios Cristiano, o de las deidades Cristianas en diversas series de animación, y aun no he escuchado amenazas a nivel internacional ni quema de banderas.

En definitiva. Por más que me cueste de entender las formas, lo que sí entiendo y respeto es el hecho de que lo que a unos les puede causar indiferencia (cuando no risa) a otros puede ofender. Y es por eso por lo que el debate sobre la censura estuvo tan presente.

Pues bien, no es mi intencion ni mucho menos comparar en embergadura lo que tuvo movilizado el mundo entero con mi caso particular. No lo comparo en embergadura aunque si en fondo. Lo que a unas personas les puede parecer normal, a otras les puede ofender. Y yo me siento ofendido, y no tengo ningún reparo en usar la tijera de la censura en un espacio que, aunque abierto a todo el que quiera entrar, no deja de ser mio. La unica norma en mi este blog como en mi vida es el respeto y las buenas maneras. Cuando eso se pierde todo lo que venga despues no sirve de mucho. Así que como propietario, moderador y ofendido que soy y estoy, me he tomado la libertad de quitar comentarios. Hecho que se volvera a repetir sin ningun tapujo. La única condicion para que esto no ocurra es partir del respeto.

martes, enero 24, 2006

La cara vista es una anuncio de Signal

La publicidad, en cualquiera de sus formas, es algo que desde siempre me ha fascinado. Quizá sea por esa cualidad que tiene de querer minimizar el contenido y maximizar el impacto. Y si hay una publicidad que me ha impactado recientemente esa ha sido la de la tan famosa marca que a tantas madres españolas ayudó a librar a sus hijos de esos parásitos tan indeseables. Los piojos.¿Quién no recuerda aquella melodía? <<[…] por que más vale Filvit que tenerse que rascar>>. En realidad, ¿qué importancia podía tener el hecho de estar infestado? Lo realmente engorroso era tener que levantar las manos con pose de garra de ave rapaz, llevarlas hasta la cabeza, y derrochar energía en el esfuerzo de rascarse. Que un bicho del tamaño de una cabeza de alfiler te estuviera chupando la sangre, o que fuera un signo de poca higiene eran hechos que carecían de importancia. Lo realmente molesto era tener que rascarse.

No. No lo creo así. La verdad, me cuesta creerlo. Pero así somos. Nos gusta que nos maquillen la verdad. Necesitamos una mentira venida de nosotros mismos que parezca una verdad venida desde fuera. Y esto es algo totalmente institucionalizado. De hecho nos pasamos gran parte del día interpretando mentiras. Quizá el ejemplo más ilustrado sea el ya clásico “ya te llamaremos” que uno obtiene cuando va a una entrevista de trabajo. Tanto el entrevistador como el entrevistado tienen claro que esa situación no se dará. Es decir, no te llamará. Sin embargo lo asumimos. Cuanto más fácil sería, creo yo, si en vez de eso nos dijeran: “lo sentimos mucho pero no te ajustas a nuestras expectativas”, o incluso un ínfimamente mas simple “no nos interesas”. Más crudo, cierto, pero verdad. Pero no, casi me atrevería a decir que nos gusta que nos engañen. O como mínimo está tan asumido que ni somos conscientes de que nos están mintiendo, probablemente la connotación de la frase sea mas fuerte que la denotación.

Y como este ejemplo, mil. No recuerdo bien donde leí una vez que una persona al cabo del día podía enfrentarse a unas cien mentiras. En fin, quizás algún día tomemos conciencia todos de que las cosas serían más agradables sin mentiras, que no habría necesidad de ganarse la confianza por que sería algo que se daría de entrada. Quién sabe, como promulga ese anuncio de refresco: “el ser humano es imprevisible”. Yo, por mi parte, insisto. Preferiría que me vendieran un producto que se promociona como una solución efectiva contra los piojos, y no como una alternativa al hecho incomodo de tener que rascarse.