martes, enero 24, 2006

La cara vista es una anuncio de Signal

La publicidad, en cualquiera de sus formas, es algo que desde siempre me ha fascinado. Quizá sea por esa cualidad que tiene de querer minimizar el contenido y maximizar el impacto. Y si hay una publicidad que me ha impactado recientemente esa ha sido la de la tan famosa marca que a tantas madres españolas ayudó a librar a sus hijos de esos parásitos tan indeseables. Los piojos.¿Quién no recuerda aquella melodía? <<[…] por que más vale Filvit que tenerse que rascar>>. En realidad, ¿qué importancia podía tener el hecho de estar infestado? Lo realmente engorroso era tener que levantar las manos con pose de garra de ave rapaz, llevarlas hasta la cabeza, y derrochar energía en el esfuerzo de rascarse. Que un bicho del tamaño de una cabeza de alfiler te estuviera chupando la sangre, o que fuera un signo de poca higiene eran hechos que carecían de importancia. Lo realmente molesto era tener que rascarse.

No. No lo creo así. La verdad, me cuesta creerlo. Pero así somos. Nos gusta que nos maquillen la verdad. Necesitamos una mentira venida de nosotros mismos que parezca una verdad venida desde fuera. Y esto es algo totalmente institucionalizado. De hecho nos pasamos gran parte del día interpretando mentiras. Quizá el ejemplo más ilustrado sea el ya clásico “ya te llamaremos” que uno obtiene cuando va a una entrevista de trabajo. Tanto el entrevistador como el entrevistado tienen claro que esa situación no se dará. Es decir, no te llamará. Sin embargo lo asumimos. Cuanto más fácil sería, creo yo, si en vez de eso nos dijeran: “lo sentimos mucho pero no te ajustas a nuestras expectativas”, o incluso un ínfimamente mas simple “no nos interesas”. Más crudo, cierto, pero verdad. Pero no, casi me atrevería a decir que nos gusta que nos engañen. O como mínimo está tan asumido que ni somos conscientes de que nos están mintiendo, probablemente la connotación de la frase sea mas fuerte que la denotación.

Y como este ejemplo, mil. No recuerdo bien donde leí una vez que una persona al cabo del día podía enfrentarse a unas cien mentiras. En fin, quizás algún día tomemos conciencia todos de que las cosas serían más agradables sin mentiras, que no habría necesidad de ganarse la confianza por que sería algo que se daría de entrada. Quién sabe, como promulga ese anuncio de refresco: “el ser humano es imprevisible”. Yo, por mi parte, insisto. Preferiría que me vendieran un producto que se promociona como una solución efectiva contra los piojos, y no como una alternativa al hecho incomodo de tener que rascarse.