martes, octubre 17, 2006

Una enfermedad como otra cualquiera

Este inquilino que hay en mi cabeza, padece el Síndrome de Diógenes.

Al principio, como suele ocurrir, era divertido. O como mínimo entretenido. Habiendo empezado como hobby muy sano quién iba a imaginar que se podría convertir en enfermedad. El caso es que no había más que verlo, contento. Guardando cada uno de los recuerdos que tenía. Minuciosamente catalogados por emoción, sentimiento, persona, tema, ámbito y por supuesto, cronología. Disfrutaba enormemente tratando de ponerles un baremo. O se podía pasar horas y horas debatiendo consigo mismo a que clase de sentimiento pertenecía tal o cual recuerdo. Pero con lo que sin duda disfrutaba más era paseando por esas estanterías llenas a rebosar de grandes y pequeños, buenos y malos, dulces y amargos recuerdos. Y dicho sea de paso, tenía una muy buena utilidad. Pongamos el caso que un día se sintiera melancólico. Pues no tenia más que ir al pasillo “personas”, sección “primer amor” (porque para ella tenia toda una sección), estantería “miradas” y recordar cuan tonto se ponía ante aquella situación y en cuestión de segundos una sonrisa se le dibujaba en la cara.

El problema vino cuando no supo entender que la capacidad de su archivo era tremendamente limitada para que todo siguiera con aquel orden, y creo que fue que todo ocurrió en un momento, mientras trataba de colocar en lo más alto de la estantería de los sentimientos un recuerdo de angustia. Y al pasear su mirada desde lo más bajo hacia lo más alto de mi memoria, en un gesto de abatimiento se le escapó de las manos y cayó al suelo. Ahí, en ese preciso instante empezó el caos.

Siguió, por vicio, coleccionando recuerdos, pero sin orden ni control. Un día tras otro. Un recuerdo tras otro.

Hoy, hay secciones llenas de recuerdos inservibles con no más propósito que el de coger polvo en lo alto de una estantería.

Si entras, hay que hacerlo con cuidado de no pisar los miles de recuerdos que hay tirados por los suelos. Algunos de ellos ya pisoteados. Otros, rotos en mil pedazos. La mayoría pateados en alguna ocasión.

En esa entropía es hasta contraproducente tratar de buscar algo en concreto. Las fechas están desordenadas, al igual que las personas o los sentimientos. Así que si andas buscando aquel verano que pasaste con los compañeros de instituto, lo más probable es que salgas con tu padre regañándote. En estas condiciones no solo no es divertido sino que además es dañino.

Es por eso por lo que he decidido que tal inquilino, que no paga alquiler por estar donde esta, reciba ayuda de un profesional. De su evolución os mantendré informados.