martes, marzo 20, 2007

y si...?

Hay veces, no muchas, en las que la razón humana supera a esa su estupidez innata que ya aseguró en su día Albert Einstein. Esa estupidez que no conoce limites. Hay veces, que las emociones no dejan actuar de forma coherente, que sirven de interferencia de esa razón que en ocasiones se apodera y hace uso de este cuerpo. Es en esas ocasiones, en que se dan ambos casos simultáneamente, que la razón supera a la estupidez y que las emociones la obnubilan, que se genera una sensación extraña de querer pero no poder. De saber pero no entender. Quiero pero no puedo; puedo pero no debo; debo pero no se cómo. Y es entonces cuando te encuentras ante la expresión más pura de la incertidumbre. No saber donde estas situado. Que color tiene la silla que acoge tus aposentos. Y lo que es más importante. El pleno desconocimiento de la persona que tienes en frente. En este amalgama poco musical y sí en mucho ruidoso y escandaloso por las corrientes y flujos de pensamientos y contradicciones generadas en lo más profundo de la psique, lo plausible no tiene cabida y el error de la palabra hace su aparición en escena con un amargor típico de las cosas que no tienen mucho sentido.

Que una amistad intensa se convierta en algo descontrolado suele ocurrir. Que el miedo a perder algo hermoso te impida ser espontáneo, que los sentimientos te confundan también. Que el gran desinhibidor que es el alcohol hable por boca de uno y se exprese tal cual es sin pudor ni vergüenza, dejándose llevar no ocurre tan a menudo.

En el fuero de la soledad, que a todos nos asola (sin valer la redundancia), en lo hondo del desconcierto y en lo llano de mi ya escasa inteligencia, no encuentro la salida a esta ineficacia para resolver tan simples acontecimientos. Porque quizá otra cosa no, pero he de reconocer que su simpleza es evidente. Es universal y archi-conocida. Las relaciones humana jamás fueron el punto fuerte en mi ser. Con esta incapacidad de expresarme correctamente, y con esta facultad para decir una cosa y hacer otra, confundo que no engaño, y genero expectativas que luego rompo. En esos momentos es cuando más me siento como elefante pasando por cristalería. Torpe e inseguro. Incapaz de expresarme con claridad. Con el miedo a decir lo que siento por no herir en primer término y no herirme en segundo.

Entonces, como persona insegura que soy, me lleno la cabeza de los elocuentes “y si yo fuera...”, “y si hubiera dicho...” y “y si yo supiera como...” y porque no “y si no fuera tan...”. Y si. Y si. Y si.

Y SÍ. En vez quizá de preocuparme tanto por aceptar a los demás tal y como son sin condicionantes, que es una tarea ya lograda después de mucho batallar, debería pasar el testigo de la carrera de mi vida al esfuerzo de aceptarme tal y como soy. Ya que me guste o no, no me queda más remedio que aguantarme tal cual soy por el resto de mis días. Con mis despistes. Mi forma extraña de actuar. Mi inmadurez distinguida. Mis indecisiones. Si soy en mucho compulsivo y en poco constante. Al estilo medusa, movido por impulsos, sin rumbo definido, perdido en el mar.

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